Movimiento 4 de junio

El movimiento 4 de junio fue creado para mantener viva la memoria y vigentes los ideales de aquellos revolucionarios que en 1943 empezaron a escribir la historia mas fecunda de la República Argentina, desalojando del poder a quienes llevaron a la Nación a la pobreza y a la entrega.
¡QUE VIVA POR SIEMPRE LA REVOLUCIÓN DEL 4 DE JUNIO DE 1943!

miércoles, 24 de mayo de 2023

Hace 49 años hablaba Juan Perón: “Para ganar una elección lo que se necesita es tener votos. Cuando se llega al gobierno, ya los votos no sirven para gobernar; para ello se necesitan hombres capaces y organización”

 



DISCURSO EN EL CONGRESO NACIONAL JUSTICIALISTA, REUNIDO EN EL TEATRO NACIONAL CERVANTES



Compañeras y compañeros: quiero manifestarles la inmensa satisfacción que experimento, al poderlos saludar directa y personalmente, rogándoles a todos los delegados que lleven a sus regiones este afectuoso saludo que yo hago llegar, desde el fondo de mi corazón, a todos los peronistas del país. 

Modificando mi norma de conducta, he querido llegar hasta este congreso peronista como un peronista más, ya que, desde el punto de vista del presidente de la República, debo mantener una absoluta ecuanimidad en el aspecto político, a fin de poder mantener un equilibrio que permita al país contar con la buena voluntad y el apoyo, aún de la oposición política. Porque esa es la única manera de conjugar a la totalidad de los argentinos que necesitamos para esta hora de reconstrucción y liberación de la patria. 

Me siento feliz de ver que mis compañeros peronistas llegan hasta este congreso a fin de afirmar la institucionalización del movimiento. 

El movimiento peronista ha sido, desde su creación, una organización tanto “sui generis”, y como en todas las revoluciones, ha primado desde los primeros momentos un sentido gregario, con una conducción perfectamente organizada en el sentido vertical. 

Así ha sido posible llegar hasta nuestros días después de treinta años de conducción política, realizada directamente por el jefe del Movimiento y sus órganos auxiliares en el comando de toda actividad peronista. Es indudable que esto obedece ya a una regla histórica en los movimientos revolucionarios. El gregarismo es, sin duda, el factor decisivo en la promoción de los movimientos revolucionarios, pero es necesario comprender que si eso puede ser indispensable en los primeros tiempos de la acción de un movimiento de masas como el nuestro, es menester pensar que su consolidación en el tiempo sólo puede realizarse a través de una organización. 


El hombre no vence al tiempo; lo único que puede vencer al tiempo es la organización. Por eso creo que después de treinta años de acción peronista, dentro de un sistema gregario, es indispensable que comience a accionarse rápidamente hacia una institucionalización que le dé al Movimiento un estado orgánico que, como dije antes, es el único que puede vencer al tiempo. 

Desgraciadamente, ya han transcurrido muchos años para nuestro Movimiento y es necesario ir pensando en que hay que cambiarle su sistema de conducción, para darle una conducción institucional y orgánica, que es la que puede continuar en el tiempo. 

Cuando caímos, en el año 1955, precisamente, mi primer pensamiento fue el de institucionalizar el Movimiento, a través de los comandos de exiliados y de una organización con que se pudo seguir la conducción de un Movimiento, en ese momento un tanto disperso. 

También pensé durante estos dieciocho años que ya debíamos haber realizado nuestra institucionalización, para la cual recurrí a un sistema de simbiosis; es decir, más o menos como ocurre en la botánica, cuando se plantan dos árboles juntos, éstos crecen y luego sale un tercero que no es ni uno ni otro, pero que no se diferencia mucho de uno y de otro. Vale decir, mantener el Comando Superior Peronista y dejar actuar a los órganos locales de la conducción de nuestro Movimiento. 

Entre esos dos factores, yo pensé siempre en la posibilidad de una simbiosis que permitiera ir retirando cada día más a Perón y dejando a la institución que había de reemplazarlo. Pero los resultados que se han obtenido en el orden de la institucionalización no han sido muy halagüeños. Ha prevalecido el sentido gregario de nuestros primeros tiempos. Hay que convencerse de la necesidad absoluta de lograr la institucionalización, ya que hoy más que nunca, estando en el gobierno, debo prescindir, por razones de convivencia política, de mi intervención directa en la política partidaria del Movimiento. 

Hoy los peronistas tienen que ser manejados por los peronistas y no por Perón, porque yo tengo otras funciones que son antitéticas con la intervención directa en la acción política partidaria. 

Si yo quiero poner a todos los argentinos a tono, tengo que tener un tono diferente a todos los argentinos; o sea, una prescindencia que me permita asegurar una ecuanimidad en todos mis procederes como presidente de la República, a fin de que nadie se sienta entenado en una familia en que todos deben ser hijos. 

Sin embargo, compañeros, es necesario pensar que presenciamos algunos espectáculos, especialmente en algunas provincias, poco edificantes para nuestro Movimiento. Quiere decir que no es la disciplina partidaria lo que brilla en la actual situación de nuestro Movimiento. La disciplina partidaria tiene que ponerse en acción a través de las autoridades que, afortunadamente, elegirá este congreso, que será de una gran trascendencia para el futuro peronista.

Pienso que es indispensable que le Comando Superior Peronista desaparezca para dejar lugar a la conducción por el Consejo Superior Peronista y todas las dependencias de ese Consejo Superior; a través de los Consejos en las provincias, y en las ramas en que el Movimiento Peronista se articula. 

Este congreso tiene una gran trascendencia, y pienso también que los hombres que este congreso elija para dirigir y conducir el Movimiento Peronista, tienen una gran responsabilidad frente al futuro del Movimiento. 

Hay que pensar que yo puedo desaparecer, que por el momento soy el elemento de aglutinación de los peronistas. Es necesario que eso se reemplace con un sentido de solidaridad peronista; solidaridad que ha de asegurar la cohesión que, en muchos casos, es lo que está fatalmente en el actual Movimiento. 

Esta no es una crítica simple. Si un movimiento multitudinario como el nuestro ha resistido a través de dieciocho años de exilio y de intentos de destrucción, es porque es una cosa firme y no muy fácilmente destructible. 

Pero, señores, eso no ha de envanecernos, porque indudablemente los Movimientos, como el peronista, tienen una función de inmensa trascendencia para la nacionalidad y tienen también una tremenda responsabilidad frente a un futuro que, en cierta medida, dependerá de lo que cada uno de nosotros seamos capaces de hacer. 

Para ganar elecciones es suficiente tener votos. Nunca me olvido que cuando comencé este trabajo, en 1945, un amigo conservador, que vino un día a visitarme, me dijo: “¿Pero van ustedes a presentarse a una confrontación política? Necesitan tener dinero y organización, y ustedes no lo tienen. ¿Cómo se van a presentar?” 

Le contesté: “Yo difiero con usted; creo que para ganar una elección lo que se necesita es tener votos”. 

Efectivamente, se realizaron las alecciones y, sin dinero y sin organización, ganamos; pero nos quedaba el rabo por desollar. 

Cuando se llega al gobierno, ya los votos no sirven para gobernar; para ello se necesitan hombres capaces y organización. 

Porque la política está constituida por dos procesos: para llegar, es un proceso cuantitativo; para gobernar, cualitativo. Con hombres solamente tampoco se llega, aunque sean muy capaces todos, porque si no hay unidad de concepción y de acción, aunque todos sean muy sabios y muy capaces, terminarán a los sillazos, como a menudo sucede. 

Eso lo ha logrado nuestro Movimiento desde los primeros días. Es decir, hemos llegado a tener un Movimiento con unidad de doctrina, con unidad ideológica y que durante treinta años ha subsistido firme en las premisas fijadas cuando nos echamos a andar. Sólo que hoy hay algunos que se dicen peronistas, que no piensan como pensamos doctrinariamente los peronistas de siempre. 

Decía, compañeros, que, indudablemente, a todos los que se dicen peronistas y desvarían ideológica o doctrinariamente, deberemos recomendarles que lean La comunidad organizada, La doctrina peronista y Conducción política. 

Pienso, compañeros, que dentro del peronismo, cualquiera debe pensar y sentir como se le dé la gana, siempre que no saque los pies del plato. 

Existen en el país un sinnúmero de ideologías y doctrinas diferentes. Al que no esté de acuerdo con la doctrina peronista, nadie lo obliga a que se quede con nosotros: que se vaya. Cuando se organiza una fuerza política, es preciso que se tengan en cuenta dos premisas: en primer lugar, que jamás debe ser sectaria y, en segundo término, que no puede ser un movimiento – diremos, regular, orgánico y funcional- si todos los que lo forman no tienen la misma concepción y, en consecuencia, la unidad de acción indispensable. 

Nosotros no somos un partido político sino un gran Movimiento nacional y, como tal, hay en él hombres de distinta extracción. Por mi parte, siempre cuento una anécdota de algo que me sucedió en la etapa inicial de nuestro Movimiento. Cuando empecé a organizarlo, había hombres que provenían de la derecha y, en realidad, eran de la reacción de la derecha. Del otro lado, había unos de izquierda y algunos, un poquito pasados de la izquierda. Pues bien: un día vino un señor de la derecha y me dijo: “General, usted está metiendo a todos los comunistas”. “No se aflija”, le respondí, agregando: “Yo pongo a ésos para convencerlo a usted, que es reaccionario”. 

Los movimientos populares y masivos como el nuestro no pueden ser sectarios. El sectarismo es un factor de eliminación y es poco productivo cuando en un movimiento de masas se comienza prematuramente a eliminar a aquéllos que no piensan como el que lo forma. Vale decir, resulta necesario ver esa enorme amplitud, sin ningún sectarismo. 

Los sectarismos son para los partidos políticos, pero no par los movimientos nacionales como el nuestro. Pero todo tiene un límite. Es indudable que no es suficiente con que yo diga que soy peronista para que todos crean que lo soy, porque en este sentido lo que uno dice no tiene el valor de lo que uno hace; y pensamos que dentro de nuestro Movimiento, desde siempre, para conocer a un cojo lo mejor es verlo andar. 

Por eso, nosotros a priori no rechazamos a nadie. Bienvenido sea todo aquel que quiera venir a formar parte del peronismo. En nuestro Movimiento nadie es peronista por derecho propio, sino porque pertenece a un Movimiento. Si pertenece al Movimiento, es peronista el que siente la ideología y la doctrina del peronismo.

Siempre hemos tenido una inmensa tolerancia, y la debemos mantener porque las grandes organizaciones institucionales obedecen a las mismas leyes que la organización fisiológica del individuo, por ejemplo. Si a una persona se la tiene esterilizada, sin contaminación de ninguna clase, el día que tome contacto con los demás, adquiere todas las enfermedades habidas y por haber, porque no tiene defensas, ya que éstas se producen, precisamente, por el microbio que entra al organismo, que genera sus propios anticuerpos. Por eso es que se lo vacuna a uno para que en el futuro no vuelva a tomar la misma enfermedad. 

De ahí que en los movimientos institucionales como el nuestro es necesario dejar que entren también algunos microbios, porque éstos generan sus propios anticuerpos y crean las autodefensas de la organización. 

En la defensa de nuestras organizaciones rige el mismo principio. Si a una persona, por cualquier causa, le aplican antibióticos, llega un momento en que estos antibióticos no le surten ningún efecto. 

En esto, no demos antibióticos; dejemos que esos gérmenes patógenos generen los anticuerpos, que suelen entrar en nuestras organizaciones. Pero tengamos la precaución de no dejar avanzar mucho las infecciones; porque, indudablemente, cuando esas infecciones llegan a cierto grado no se dominan ni aún con la penicilina. 

Es necesario vivir vigilantes, como todos vivimos. No porque tengamos autodefensas nos vamos a estrechar y compartir con los que están enfermos de una enfermedad contagiosa. 

Es necesario mantener cierta prudencia para evitar las infecciones. En la organización ocurre exactamente lo mismo. Tengamos cuidado con los gérmenes y desinfectémoslos a tiempo, que eso será siempre saludable. No les tememos, porque así como nosotros transitamos por la vida sin temor a las infecciones y a los microbios, y supervivimos debido a que tenemos nuestras autodefensas, de la misma manera nuestro Movimiento tiene sus autodefensas, las que se manifiestan inmediatamente que se detecta la presencia de un germen patógeno. 

Por eso, compañeros, las tareas de las organizaciones que han de conducir el Movimiento, como las de los dirigentes que han de encuadrar su masa, necesitan vivir vigilantes y atentos, sin extremar las cosas. 

Hasta cierto punto todo es tolerable y beneficioso: más allá comienza a ser intolerable y perjudicial. 

Hay que tener el sentido de la medida y de la realidad. El que conduce no puede apartarse jamás de esa prudencia y de esa sabiduría, que son indispensables dentro de la responsabilidad del que ha de conducir.

La conducción por organizaciones es la más difícil de todas las conducciones. La conducción individual, por sentido gregario, es relativamente simple, cuando hay convicción y acatamiento. La conducción por organismos es mucho más difícil, porque es más difícil poner de acuerdo a veinte cabezas que a una cabeza. Sin embargo, esto es indispensable que lo hagamos, no sólo por ahora, sino también para el futuro. Para ahora es indispensable porque estamos gobernando y, en algunos aspectos, por falta de organización, de solidaridad y de unidad de concepción, estamos perjudicando la unidad de acción que debe caracterizar al Movimiento en el gobierno. No es posible dar el espectáculo que hemos dado en algunas partes, donde los peronistas se pelean entre ellos todos los días y algunos de los gobiernos son ineficaces porque tienen que atender más la lucha de sus propios compañeros que las luchas que tienen que realizar para enfrentar los problemas. 

Toda esta acción, que es compleja, terminará si nosotros desde los organismos de dirección actuamos con capacidad y con inteligencia, desplazando a aquellos elementos díscolos que no aceptan la disciplina de conjunto. O a aquellos peronistas que prefieren hacer la pelea en la calle, con murmuraciones y tumultuosamente, cuando en realidad, de verdad, los peronistas, en cenáculos cerrados, pueden discutir y decir lo que quieran, sometiéndose después a lo que decida la mayoría, y salir a la calle a defender todo lo que se ha resuelto, con al misma decisión. 

Salen a discutir los problemas con los demás, los que pensaban de una manera y los que pensaban de otra, como si ellos hubieran sido los que tuvieron la iniciativa que dictó o impulsó la mayoría. En los cuerpos colegiados no hay otra conducta. Esa es la única conducta que puede hacer posible el éxito de la conducción en cualquiera de las tareas que ella impone. 

Por eso, compañeros, creo que la tarea que tenemos por delante en el peronismo es, precisamente, una tarea de adoctrinamiento porque, en estos años de lucha, nos hemos apartado un poco de la doctrina que siempre hemos sostenido. Y hay muchos que creyéndose peronistas, a lo mejor están sosteniendo todo lo contrario de lo que nosotros venimos pensando desde hace treinta años. 

En todo Movimiento como el nuestro, hay una ideología que es permanente y una tradición que también debe ser permanente. Fuera de lo que esa tradición y esa ideología imponen como permanente, no pude haber más que herejes para el Movimiento. 

Está bien que cambiemos los métodos de acción, que cambiemos las formas de ejecución, pero lo que no puede cambiar es lo que desde el primer momento hemos establecido como la gran línea directriz de nuestro Movimiento, de la cual no debemos apartarnos, pues si nos apartamos, no somos peronistas, sino de cualquier otra tendencia. Lo inconcebible es que digamos que somos peronistas y hagamos todo lo contrario de lo que el peronismo viene sosteniendo desde hace treinta años. Reitero: esto es inaceptable para nuestro Movimiento. 

Los que han de conducir el Movimiento Peronista en el futuro, cuyas autoridades saldrán de lo que decida este congreso, deben pensar que nosotros estamos realizando una verdadera revolución, fuera del infantilismo revolucionario, que no es lo mismo. Estamos realizando una revolución, pero en paz, utilizando, como he dicho yo, dos ingredientes que la revolución pone en juego, que es la sangre y el tiempo. Si queremos ganar tiempo. Gastaremos más sangre, y si queremos ahorrar sangre, utilizaremos más tiempo. Al gasto de sangre, nosotros preferimos el gasto de tiempo. 

No vive nuestro país tiempos para acciones realizadas a la tremenda, por cuanto tiene dos tareas que realizar: en primer término, reconstruir un país que ha sido destruido en gran parte, comenzando por los hombres; en segundo lugar, liberar al país, pero mediante una liberación efectiva y real, sin provocar perjuicios. 

Considero que debemos tomar las cosas en la realidad. Sin embargo, hay algunos que quieren expulsar a todas las compañías que hasta ahora han sido multinacionales. Mientras tanto, en otro sector vecino se sostiene que hacemos inversiones y que los extranjeros no invierten aquí.

Entonces, pregunto: ¿a cuál de estos dos hacemos caso? Creo que a ninguno de los dos, máxime que en lo que se refiere a esas compañías extranjeras, nosotros tenemos el poder de decisión. Vale decir, si ellas están de acuerdo con las leyes que se han dictado, deben hacer lo que decimos nosotros. Para ello, no necesitamos expropiarlas ni echarlas del país, en virtud de que constituyen factores de desarrollo indispensables. 

Los que quieren inversionistas de este tipo, ya no tienen lugar en nuestro país porque ahora los que invertimos somos nosotros. Y si algunos extranjeros quieren invertir, ellos serán bienvenidos siempre que obedezcan las disposiciones que nosotros tomemos respeto a su producción. 

Hace poco se ha producido un fenómeno que ha puesto en claro esta situación. Varias empresas industriales pusieron algunos reparos para exportar a países que a ellos no les eran gratos. Se llamó a esos señores y se les dijo: “Si son gratos o ingratos para ustedes, eso a nosotros no nos interesa; basta que sean gratos para nosotros”. 

Entonces, en el alto nivel se planteó esta situación, pero a nosotros no nos interesó. Hicimos los acuerdos con los países a los cuales queríamos venderles, y les vendimos. Si estos señores se hubieran seguido oponiendo, hubiésemos tomado otras medidas. Esto no fue necesario hacerlo, porque enseguida vinieron y dijeron: “Si señor, nosotros hacemos lo que hace el gobierno”. Para nosotros eso es suficiente. 

Compañeros: en esto, por sobre todas las cosas, debe prevalecer la defensa de los intereses de la Nación. La liberación no es un problema de violencia sino de inteligencia. Los que colonialmente están sometidos, siempre es por dos causas: unos, porque son débiles, encuentran favorable ese camino y se entregan, y otros porque son tontos y los dominan a la fuerza. De estos dos caminos tenemos que liberarnos. 

La liberación no es un problema de salir a matar todos los días a un extranjero que está en el país, y menos aún de recurrir al robo, al secuestro o al asesinato para resolver problemas, porque esto se resuelve con buena voluntad, en paz y con tranquilidad, si se sabe proceder inteligentemente. 

En el Movimiento Peronista, ésta ha sido la norma; siempre hemos procedido dentro de esos lineamientos. 

En 1955 caímos porque yo aprecié que no valía la pena provocar en el país una guerra civil que lo hubiera atrasado cincuenta o cien años y que hubiera llevado a la muerte a uno o dos millones de argentinos, a pesar de que teníamos la fuerza necesaria para impedirla. 

Recuerdo siempre que uno de mis asesores militares –que en ese entonces actuaba en la Secretaría de la Presidencia-, me dijo un día, un poco disgustado: “Si yo fuese Perón, peleaba”.

Le contesté: “Si yo fuera usted, a lo mejor también peleaba, pero yo tengo la responsabilidad y sé que este tipo de luchas intestinas no sólo matan millones de argentinos sino que también atrasan al país por un siglo”. Y si no, veamos lo que les ha costado a quienes hicieron ese tipo de revoluciones, y lo que han alcanzado después de hacerlas. A lo mejor han quedado peor que antes. 

Señores: en esto hemos sido siempre pacifistas. Lo he declarado toda mi vida. Soy un general, y a veces tengo que estar tirándome de la cola porque tengo todavía el general adentro. 

Esto no es cuestión de lucha cruenta ni violenta; más bien es una tarea de construcción permanente en la cual todos debemos poner la mejor buena voluntad para que se realice lo necesario para llegar al engrandecimiento del país y a la felicidad del pueblo argentino. 

Procediendo de esta manera se evitará tener que matar a un solo argentino. 

Esa ha sido la posición de nuestro Movimiento. 

Cedimos en aquella oportunidad y algunos dijeron que yo era flojo. ¡No! En esto, un general que manda desde muy lejos y muere en la cama tranquilo, con un montón de inyecciones, no es una cuestión de valor personal ni directo. Es cuestión de pensar en las consecuencias y apreciar lo que será el proceso, a fin de resolver aquello que es más conveniente para la Nación.

Nosotros sólo somos agentes de ese porvenir, de esa felicidad y de esa grandeza. Si como agentes de eso no defendemos al país, no estamos cumpliendo con nuestro deber, aunque para eso sea necesario despojarse de la pasión, del amor propio y de todas esas cosas que tiene poco valor frente al futuro de la Nación. 

Compañeros: constituidas ahora las autoridades de nuestro Movimiento, espero que dediquemos un tiempo a la difusión de nuestra doctrina, porque creo firmemente que es indispensable hacerlo. Es así como llegaremos a la comprensión de los problemas que el Movimiento impone; llegaremos también, a través del conocimiento de esa doctrina, a una unidad de concepción; y a través de esa unidad de concepción, aseguraremos también la unidad de acción peronista. 

El gobierno tiene su grave responsabilidad y no se puede cometer actos partidarios que pongan en peligro la defensa de esa responsabilidad por la cual todos tenemos que preocuparnos. Por eso, muchos hechos que se han producido, en algunas provincias especialmente, nos han llevado a la necesidad de intervenir a una de ellas. Problemas que no se han producido entre el gobierno y la oposición política, sino entre el gobierno y los sectores peronistas, a los que ahora se les ha dado por combatir entre ellos. ¿Por qué? Porque no combatimos contra la oposición; es decir, parece que tienen tanta sangre torera, que quieren estar todos los días peleando. 

Cuando un peronista, esté en el llano o en las organizaciones de cualquiera de las ramas que componen el Movimiento, no está conforme con una acción de gobierno debe recurrir ante quien lo pueda remediar, pero no dedicarse a murmurar en la calle y a organizar obstáculos, porque con eso no se consigue sino exacerbar los ánimos y provocar una lucha estéril, que será aprovechada por los enemigos políticos nuestros para acopiar influencias y para denunciar ante la opinión pública que somos irresponsables, porque estamos peleándonos entre nosotros en vez de cumplir la obligación para la cual hemos sido elegidos, que es la de gobernar y gobernar bien. 

Espero, compañeros, que se concrete la organización de las fuerzas del Movimiento, es decir, la rama política masculina, la rama política femenina y la rama sindical, que fueron las tres grandes fuerzas que se nuclearon para formarlo y para proyectarlo en el futuro. Se había pensado en una rama juvenil, pero los hechos han demostrado que es una anarquía tan grande la que reina en ese sector, que vamos a desensillar hasta que aclare. 

Hasta ahora nosotros habíamos sido los que somos, y somos muchos, con las ramas existentes, donde los muchachos se incorporaron al Partido Peronista masculino y las muchachas al Partido Peronista femenino. Los sindicatos también tenías su juventud, dentro de sus respectivas organizaciones. No queremos incorporar la manzana de la discordia dentro del Movimiento. 

Por esa razón, creo, y así aconsejo a las organizaciones, que es menester que nos mantengamos con nuestras propias ramas, hasta que este panorama aclare. 

La juventud es bienvenida, pero, naturalmente, no queremos que después de su bienvenida nos haga un bochinche dentro del Movimiento. 

Ya manifesté que siento una profunda admiración por la juventud, pero es preciso que esa juventud, al incorporarse a nuestro Movimiento, no pretenda tomar la dirección y conducción del mismo. Somos muchos y tenemos mucha experiencia, como para entregarnos a la improvisación que bien puede conducirnos a un fracaso. Doctrinaria e ideológicamente, nosotros no hemos tenido jamás un fracaso. Por eso hemos resistido siempre. No me olvido nunca lo que me contaba Isabelita después que visitara China. Un día le dijo a Chou En Lai que teníamos una juventud maravillosa. Y éste le dijo: “Sí, pero no hay que decírselo”. Este es un consejo de una profunda sabiduría. Tenemos una juventud maravillosa, pero, ¡cuidado! La juventud será maravillosa si incorpora nuestra experiencia. Si hace caso omiso a esa experiencia que nos ha costado mucho adquirir, puede producirle al Movimiento muchas lágrimas en el futuro. 

Por eso, compañeros, sigamos como hasta ahora, que no nos ha ido tan mal como algunos creen. Sigamos firmes en nuestra posición. Los conductores del Movimiento que han de tomar desde ahora la dirección total del mismo, deben pensar que es necesario volver a los cánones de nuestra doctrina y de nuestra ideología a fin de realizar una conducción sin sectarismos, pero también sin desviaciones. 

El sectarismo sería perjudicial cuantitativamente; la desviación, lo sería cualitativamente. 

Evitemos los dos males. Éstos sólo se evitan con una extremada prudencia en la conducción, que dentro del Movimiento Peronista está facilitada. Y lo está por muchos años de adoctrinamiento que tenemos los viejos, por mucha experiencia que tenemos los viejos y los hombres maduros, por todo lo que hemos pasado y que ha dejado una enseñanza extraordinaria. Esa experiencia no se adquiere sino verdaderamente en el sacrificio de las cosas que han sucedido. 

Compañeros: podría decir como Martín Fiero: “les doy estos consejos, que me ha costado adquirirlos porque deseo dirigirlos; pero no alcanza mi ciencia para darles la prudencia que precisan pa’ seguirlos”. 

Finalmente, quiero despedirme de ustedes, en primer lugar, rogándoles que lleven todo mi cariño a los compañeros de todas las regiones que ustedes representan y, además, agradecerles la concurrencia para dilucidar estos problemas tan importantes referidos a la conducción y encuadramiento del Movimiento; y que ahora, en cada una de las regiones argentinas donde el Justicialismo actúa, tanto en el gobierno como fuera de él, nos sometamos disciplinadamente a las necesidades de dar un ejemplo como gobernantes. 

No olvidemos que estamos en el gobierno, que tenemos una oposición tranquila en los sectores políticos, aviesa y enconada en los sectores que ocultamente trabajan contra nosotros, algunos de ellos dentro del propio Movimiento. Que son los más peligrosos, y otros fuera de él. A todos ellos debemos desenmascararlos. 

Y para combatir la capciosidad o el error, no hay nada mejor que exponer una verdad con toda la claridad necesaria, ya que la verdad suele hablar siempre sin artificios. 

Esa es la tarea que nos debemos imponer todos los peronistas. En cada una de las manifestaciones que se observan diariamente, hay un sector que trabaja subterráneamente contra nosotros en forma permanente. No le temo mucho a eso, porque han mentido tanto que el castigo es el natural, cuando digan la verdad no les van a creer. Y esto lo he comprobado en mi gran experiencia. En 1945, cuando comenzamos nuestra acción, teníamos todos los medios de comunicación en contra, y ganamos. En 1955, teníamos todos los medios a nuestro favor y nos echaron. En 1973 todos esos medios estaban otra vez contra nosotros y ganamos. 

De manera que hay una verdad que se abre paso entre la maraña de mentiras y simulaciones que se esgrimen. El estar con la verdad es estar con la realidad. En consecuencia, nosotros hemos luchado siempre por eso. Y cuando hube de abandonar el gobierno, a muchos que querían resistir, les dije: “nos vamos; si tenemos razón hemos de volver y si no, es mejor que no volvamos”. 

Compañeros: el tiempo nos ha dado la razón e indudablemente, porque la teníamos es porque sosteníamos la verdad que el tiempo, inexorablemente, ha hecho triunfar. 

Así creo que debemos conducir al Movimiento, pensando siempre en esa verdad y en esa razón, que no ha de faltarnos nunca si queremos triunfar a la larga, que es la única manera de triunfar. 

Compañeros: muchas gracias por estos felices momentos que ustedes me han dado de poderles hablar en vivo y en directo, como se dice ahora.

JUAN DOMINGO PERÓN

martes, 28 de marzo de 2023

Se cumplen 194 años del Combate de las Vizcacheras.

 



A principios de 1829 el consejo de ministros del general Lavalle inventó el sistema de las “clasificaciones”, o sea la lista de todos los adversarios conocidos de esa situación, y esto con el objeto de asegurar o desterrar a los federales más conspicuos, como lo verificó con Tomás Manuel, Nicolás y Juan José Anchorena, con García Zúñiga, Arana, Terrero, Dolz, Maza, Rosas, etc. etc. (1)


 


Entretanto la reacción armada estallaba en casi toda la República.  La Legislatura de Córdoba le confirió al gobernador Bustos “facultades extraordinarias”, y éste se aprestó a defenderse del ataque que se le anunciaba y era fácil prever.  El general Quiroga declaró públicamente que se dirigía a restaurar las autoridades de Buenos Aires, y levantó una fuerte división en Cuyo.  El gobernador Ibarra se dio la mano con el de Tucumán y formaron otro cuerpo de ejército para defenderse ambos.  El general López, gobernador de Santa Fe, le declaró al general Lavalle que no le reconocía como gobernador de Buenos Aires y que cortaba con él toda relación de provincia a provincia. (2)  En la campaña sur de Buenos Aires fuertes grupos de milicianos armados, buscaban su incorporación en los puntos que a jefes de su devoción indicaba Rosas desde Santa Fe,


 


El general Lavalle no tenía, como Rivadavia, ni la reputación de un político que sólo sabía actuar dentro del derecho y de la ley, ni la égida de un congreso como el de 1826 que hiciera triunfar en principio los ideales de la minoría, conteniendo –en brillante tregua para la libertad del pensamiento-, el empuje incontrastable de los pueblos y caudillos semibárbaros.  No; que por ser exclusivamente un soldado cuadrado lo habían reconocido como jefe visible los unitarios que circunscribían su política a abrir camino con el sable a la Constitución de 1826.  Con él conseguían lo que no consiguieron con Rivadavia; que ése era la primera personalidad entre ellos; la que descolló por su gran iniciativa, y la que por su virtud a todos se impuso en el momento solemne de su caída.  El órgano oficial de los unitarios de 1828 condensaba esa política escribiendo: “… Al argumento de que si son pocos los federales es falta de generosidad perseguirlos, y si son muchos, es peligroso irritarlos, nosotros decimos que, sean muchos o pocos, no es tiempo de emplear la dulzura, sino el palo… sangre y fuego en el campo de batalla, energía y firmeza en los papeles públicos… Palo, porque sólo el palo reduce a los que hacen causa común con los salvajes.  Palo, y de no los principios se quedan escritos y la Reública sin Constitución” (3)  Nadie en la República se hacía ilusiones a este respecto; y por esto la reacción contra los unitarios de 1828, -aun prescindiendo del fusilamiento del gobernador Manuel Dorrego- se manifestó más radical y más violenta que la que se había limitado a hacer el vacío a los poderes nacionales de 1826.


 


La lucha sobrevino desde luego.  El coronel Juan Manuel de Rosas, del campo de Navarro se había dirigido a Santa Fe e impuesto al gobernador López de la situación de Buenos Aires, asegurándole que el general Lavalle estaba reducido en la ciudad, y que toda la campaña le era hostil.  López pensó, y con razón, que lo primero que haría Lavalle sería irse sobre Santa Fe; y calculando que Rosas podría ser un poderoso antemural en Buenos Aires por su influencia decisiva en las campañas, de lo cual tenía pruebas recientes, reunió sus milicias, nombró a Rosas mayor general de su ejército y abrió su campaña contra Lavalle invadiendo a Buenos Aires por el norte.  “…Quedé obligado a usar de la autoridad de que estaba investido, -escribía Rosas, desde su retiro de Southampton, recordando esos sucesos- y me puse a las órdenes del señor general López, general en jefe nombrado por la Convención Nacional, para operar contra el ejército de línea amotinado”. (4)


 


Lavalle envió al general José María Paz, al frente de la segunda división del ejército republicano, para que sofocase en las provincias del interior la resistencia de los jefes arriba mencionados; y mientras éste iniciaba su cruzada en Córdoba, él se dirigía con 1.500 veteranos al encuentro de López y de Rosas, quienes engrosaban su ejército con grupos numerosos de milicianos armados.


 


El general Estanislao López, con ser que inició su carrera en el Regimiento de Granaderos a Caballo y se batió heroicamente en San Lorenzo a las órdenes de San martín, no era un militar de las condiciones del general Lavalle; pero podía competir dignamente con éste, y aun superarlo en la clase de guerra que se propuso hacerle.  Era la guerra del viejo y astuto caudillo, que no empeñaba combates serios, pero que fatigaba continuamente a su adversario, presentándole por todos lados grupos de caballería bien montada, mientras él se apoderaba de los recursos, y conseguía llevarlo más o menos debilitado hacia un punto donde le caía entonces con todas sus fuerzas.  Los veteranos de Lavalle se veían por primera vez impotentes ante la pericia y astucia de esos dos jefes de milicias que obtenían en las dilatadas llanuras la ventaja singular de destruir su ejército regular, sin aceptar combates, sin presentarlos tampoco y dueños de los recursos y de los arbitrios de que aquél no podía echar mano.


 


Con todo, Lavalle comprendió la táctica especial de sus adversarios.  Ayudado de algunos hacendados adictos pudo montar sus soldados en caballos selectos y obligar a López y a Rosas a los combates de Las Palmitas y de Las Vizcacheras


 


Las Vizcacheras


 


En el combate que tuvo lugar en Las Vizcacheras el 28 de marzo de 1829 se enfrentaron un contingente federal de aproximadamente 600 hombres y otro unitario, de número similar.  A Las Vizcacheras hay que situarla en ese marco.  Las tropas leales a Lavalle –el fusilador de Dorrego- eran comandadas por Rauch, quien marchaba al frente de sus Húsares de Plata y contaba con otras unidades.  Del lado federal participó Prudencio Arnold, quien más tarde llegó al grado de coronel.  Cuenta en su libro “Un soldado argentino”, que Rauch les venía pisando los talones, con la ventaja de comandar tropas veteranas de la guerra del Brasil.  Los federales llegaron a Las Vizcacheras casi al mismo tiempo que un nutrido contingente de pu kona, que combatirían a su lado.  Dice Arnold: “en tales circunstancias el enemigo se avistó.  Sin tiempo que perder, formamos nuestra línea de combate de la manera siguiente: los escuadrones Sosa y Lorea formaron nuestra ala derecha, llevando de flanqueadores a los indios de Nicasio; los escuadrones Miranda y Blandengues el ala izquierda y como flanqueadores a los indios de Mariano; el escuadrón González y milicianos de la Guardia del Monte al centro, donde yo formé”. Arnold no brinda más datos sobre los lonko que guiaban a los peñi salvo que Nicasio llevaba como apellido cristiano Maciel, “valiente cacique que murió después de Caseros”.



Rotas las hostilidades, Rauch arrolló el centro de los federales y se empeñó a fondo –siempre según el relato de su adversario- sin percibir que sus dos alas eran derrotadas. Se distrajo y comenzó a saborear su triunfo pero pronto se vio rodeado de efectivos a los que supuso suyos.  Hay que recordar que por entonces, los federales sólo se diferenciaban de los unitarios por un cintillo que llevaban en sus sombreros, el que decía “Viva la federación”.  Anotó su rival: “cuando estuvo dentro de nosotros, reconoció que eran sus enemigos apercibiéndose recién del peligro que lo rodeaba. Trató de escapar defendiéndose con bizarría; pero los perseguidores le salieron al encuentro, cada vez en mayor número, deslizándose por los pajonales, hasta que el cabo de Blandengues, Manuel Andrada le boleó el caballo y el indio Nicasio lo ultimó… Así acabó su existencia el coronel Rauch, víctima de su propia torpeza militar”.  A raíz de su acción, Andrada fue ascendido a alférez.


 


Parte de la batalla


 


Informe del coronel Anacleto Medina al señor Inspector General coronel Blas Pico: “Chascomús, Marzo 29 de 1829 – El coronel que suscribe pone en conocimiento del Señor Inspector General, jefe del estado mayor, que habiéndose reunido en el punto de Siasgo al señor coronel Rauch, en virtud de órdenes que tenía, marchó toda la fuerza en persecución de los bandidos que habían invadido el pueblo de Monte, y ayer a las 2 de la tarde fueron alcanzados, como cuatro leguas de la estancia de los Cerrillos, del otro lado del Salado, en el lugar llamado de las Vizcachas.  Una y otra división se encontraron, y, cargándose, resultó flanqueada la nuestra por los indios, que ocupaban los dos costados del enemigo.  Después del choque, cedió nuestra tropa a la superioridad que, en doble número, tenía aquél, y se dispersó a distintos rumbos; ignorando el que firma cuál habrá seguido el comandante general del Norte.  Se me ha incorporado parte del regimiento de húsares con todos sus jefes, hallándose heridos el comandante Melián, el ayudante Schefer y el teniente Castro del regimiento 4.  El señor coronel D. Nicolás Medina se infiere que es muerto; y no será posible detallar la pérdida que habrá resultado, por no saber si se ha reunido por otro rumbo a otro jefe.  La pérdida del enemigo debe ser bastante.  Me he replegado a este punto con 72 húsares y 48 coraceros del 4. En él pienso permanecer, y defender esta población, que tengo probabilidad de que va a ser atacada, y se halla en gran compromiso el vecindario que se declaró por el orden.


 


El que suscribe saluda al Señor Inspector con su acostumbrada consideración.  Anacleto Medina”.


 


Referencias


 


(1) Véase Memorias póstumas del general Paz, Tomo II, página 345.  El general Paz era ministro de la guerra bajo ese gobierno del general Lavalle.


(2) Las notas de esta referencia se publicaron en Córdoba y posteriormente en El Archivo Americano.  Véase el Buenos Aires cautiva y La nación Argentina decapitada a nombre y por orden del nuevo Catalina Juan Lavalle (1829), que redacta en Santa Fe el padre Castañeda.


(3 )Carta del 22 de setiembre de 1869 (duplicado en el archivo de Adolfo Saldías).


(4) Carta del 22 de setiembre de 1869 (duplicado en el archivo de Adolfo Saldías).


 


Fuente


Benencia, Julio Arturo – Partes de batallas de las Guerras Civiles (1822-1840) – Acad. Nacional de la Historia – Buenos Aires (1976).


Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado.


Moyano, Adrián – El ajusticiamiento del Coronel Rauch en Las Vizcacheras.


Portal www.revisionistas.com.ar


Saldías, Adolfo – Historia de la Confederación Argentina – Ed. El Ateneo – Buenos Aires (1951).

jueves, 14 de octubre de 2021

Se cumplen 162 años del Combate de Martín García

 




El combate de Martín García, librado el 14 de octubre de 1859 en aguas de esa isla del Río de la Plata, enfrentó a las escuadras de la Confederación Argentina y del Estado de Buenos Aires en el marco de la guerra provocada por el desconocimiento del gobierno porteño de las autoridades nacionales.



Al reiniciarse el conflicto el gobierno rebelde reforzó rápidamente su escuadra y bloqueó la capital nacional, Paraná impidiendo el cruce del ejército de Justo José de Urquiza pero tras la Sublevación del Pinto a comienzos de julio la situación se revirtió y los restos de la escuadra al mando de Antonio Susini permanecieron estacionada en San Nicolás de los Arroyos haciendo frente al ahora enemigo vapor Pinto que dominaba aguas arriba.


Mientras, la Confederación terminaba de armar una nueva escuadra en Montevideo con buques adquiridos en esa plaza y en Río de Janeiro a pesar de las protestas de Buenos Aires por lo que consideraban una infracción a la neutralidad, argumento desechado por los gobiernos vecinos que no daban entidad a la provincia rebelde.


Como demostración de fuerza, entre el 10 y el 12 de agosto buques de la escuadra nacional al mando de Mariano Cordero efectuaron incursiones en la rada misma del puerto de Buenos Aires apresando al pontón Castelli, que fue llevado a Colonia del Sacramento, y entre el 22 y el 26 la escuadra de Susini se presentó frente a Colonia, donde represó al Castelli, y Montevideo para devolver la provocación.


En septiembre y octubre se produjeron intercambios de artillería frente a Rosario con las tropas y buques de Urquiza que finalizaban su despliegue y un bombardeo de la ciudad por parte de 6 buques rebeldes, entre ellos el Constitución (Luis Py), 25 de Mayo (Diego Pedraza), Rio Bamba y Buenos Aires, que causó algunos daños en el centro de la población.


Mientras Susini permanecía con el grueso de la escuadra porteña en aguas de Rosario, finalizaban los preparativos de la escuadra alistada en Montevideo que al mediodía del 12 de octubre de 1859 zarpaba aguas arriba rumbo al río Paraná transportando también un importante cargamento de cañones, municiones y pertrechos.


El 14 de octubre de 1859 la escuadra nacional al mando de Mariano Cordero enfrentaba el paso de la isla de Martín García, dominada por Buenos Aires.


La escuadra nacional estaba compuesta de los vapores Salto, insignia, al mando directo de Santiago Baudrix (2 de a 32 y 2 de a 12), Hércules (Bartolomé Cordero, 5 cañones de avancarga de a 32), Pampero (Santiago Maurice, 11 cañones) y Menay (Julio Fonrouge), la barca Concepción (Augusto Liliedal) y la goleta Argos (Dionisio Invierno), estos dos últimos remolcados por los vapores.


La isla estaba ocupada por tropas al mando del coronel Martín Arenas secundado por el sargento mayor José Jauregui y defendida por cuatro baterías de moderna artillería, nombradas Arena, Lavalle, Constitución y Buenos Aires con un total de 17 bocas de fuego. A otro lado del canal se desplegaron los buques porteños, los patachos San Nicolás (Mariano Clavelli, 1 cañón de a 12) y Yeruá (ex Rápido) (José María Manzano, 5 cañones) y el recuperado pontón Castelli (Plácido Goldriz, 14 cañones).


Mientras el Salto con la Concepción a remolque y el Hércules enfrentaban las baterías, los restantes buques se dirigieron contra las naves enemigas.


El Pampero espoloneó de popa al Yeruá abriéndole un rumbo y estuvo a punto de abordarlo pero el intenso fuego lo forzó a separarse con gran número de bajas, entre ellas su comandante Maurice que perdió la vida.


Frente a las baterías, ya próximos a salir de la línea de fuego, una bala cortó el remolque de la Concepción. El Hércules consiguió tomarlo pero otra bala cortó la cadena del timón, dejándolo sin gobierno, y los disparos hirieron a Bartolomé Cordero, pese a lo cual consiguió mantener el rumbo con la barca hasta salir del alcance de las baterías. El Salto también sufrió bajas, entre ellas el capitán Enrique Victorica, ayudante de órdenes de Mariano Cordero, quien resultó herido.


Tras dos horas la escuadra nacional había conseguido forzar el paso exitosamente. Las pérdidas de la Confederación eran de 24 hombres y averías de escasa importancia, mientras que las de Buenos Aires ascendían a 26 (8 muertos y 18 heridos), casi todos del Yeruá.


La división de la Confederación siguió río arriba y tras seguir por el brazo del Ibicuy para eludir a la escuadra de Susini que cerraba el paso de Carbonell, salió al Paraná y consiguió arribar sin contratiempos a Rosario, dando el dominio del río a la Confederación.




jueves, 17 de octubre de 2019

Hace 67 años Perón le hablaba a su Pueblo





Día de la Lealtad - Plaza de Mayo
17 de Octubre de 1952

Compañeros:
Yo deseo que mis primeras palabras sean para rendirle, desde lo más profundo de nuestros corazones, un homenaje sincero y argentino al excelentísimo señor presidente Somoza, que nos acompaña. Rendimos en él el homenaje más caro de nuestros corazones al hermano pueblo de NIcaragua y a su hermosa patria, recordando asimismo al inmortal Rubén Darío, que vivió con nosotros largos años y que representa el elevado idealismo de esa patria generosa que, aún lejana en el espacio, está muy cercana en nuestro corazón.
Quiero también agradecer a los compañeros de la CGT que, en nombre de sus seis millones de afiliados, han tenido la amabilidad de colocarme sobre el pecho esta banda argentina que, por provenir de los trabajadores de la patria, representa para mí la más honrosa, la más digna y la más alta distinción de que pueda ser objeto un gobernante. Y como de costumbre, deseo, desde esta plaza, en la cual reviven todos los momentos de nuestra vida histórica e institucional, hacer llegar a todas las plazas de la República, donde en este momento están reunidos nuestros compañeros para escuchar las palabras que les dirigimos desde aquí, este saludo que yo les hago llegar con el más apretado y sincero abrazo de compañero y de hermano.
Y como en todos los 17 de Octubre, quiero desde este balcón dar cuenta al pueblo, sintéticamente, de cómo marcha nuestro gobierno. Compañeros: hemos seguido, desde 1944 hasta nuestros días, una línea inquebrantable de conducta determinada por los objetivos de nuestra doctrina.
El primer Plan Quinquenal fue obra extraordinaria
El primer Plan Quinquenal ha realizado, como ustedes conocen, una obra extraordinaria en todos los órdenes, pero para mí la más satisfactoria es el haber afirmado en esta tierra de todos mis amores la Justicia Social, la Independencia Económica y la Soberanía de la Nación.
Ese primer Plan Quinquenal, que afirmó esas banderas en las astas inmortales de nuestra historia, dio también al pueblo argentino un grado de bienestar no alcanzado jamás en nuestra historia, y dio, por sobre todas las cosas, un grado de dignidad sin el cual la vida no merece ser vivida.
Hemos iniciado con el año 1953 nuestro segundo Plan Quinquenal. Los objetivos de ese Plan se afirman también en las banderas ya izadas y consolidadas de nuestra Justicia, de nuestra Independencia y de nuestra Soberanía. Tiende el mismo a completar el ciclo que nos asegure, en su orden general, una economía integralmente satisfactoria.
El camino de la riqueza y el engrandecimiento
Yo, al contrario de lo que pensaron muchos economistas argentinos, pienso que no nos podemos conformar con ser un pueblo de pastores y de agricultores, aunque nos llamen la panera del mundo, como se ha dicho muchas veces. Es por eso que el Segundo Plan Quinquenal, al cristalizar los objetivos totales y definitivos de nuestro esfuerzo social, económico y político, da orden de preferencia a todas las realizaciones industriales. Queremos ayudar a esa inmensa masa campesina, que con sudor de todos los días ha mantenido durante un siglo y medio en pie la argentinidad y el trabajo argentino, con el esfuerzo de las masas urbanas destinado a la transformación de la materia prima y a la distribución de la riqueza, para que, establecido el ciclo integral de la República pueda retomar silenciosa y dignamente el camino de su riqueza y de su engrandecimiento.
Para ello necesitamos solamente dos cosas: organización y trabajo. La organización es tarea del gobierno, y ustedes saben con qué ritmo la estamos realizando. En cuanto al trabajo, yo sé que los brazos generosos de los trabajadores argentinos están pidiendo actividades para producir; que en sus pechos honrados late un incontenible deseo de lucha y de trabajar para engrandecer a la Patria.
Si en el primer Plan Quinquenal, conseguimos elevar el standard de vida a un grado de satisfacción y de dignidad nacional, en el segundo Plan Quinquenal ese standard de vida ha de elevarse todavía muy considerablemente. Yo, como Presidente de la República, no estoy todavía satisfecho con el standard de vida general alcanzado por el pueblo argentino. Podemos llegar a mucho más. Para ello, solamente necesitamos las dos cosas que acabo de mencionar: organizarnos y trabajar incansablemente para lograrlo.
El trabajo, compañeros, como yo lo veo es poner en acción todos nuestros capitales y todos nuestros esfuerzos. Ello ha de lograrse con el cumplimiento de nuestros objetivos. Y desde ya descarto el éxito porque el pueblo argentino, con su grandeza extraordinaria me ha hecho optimista y me ha hecho entrever, que así como en el Primer Plan Quinquenal sobrepasamos todos los objetivos trazados -que habían sido calificados de ambiciosos- en el Segundo Plan Quinquenal hemos de sobrepasar también todos esos objetivos.
Nosotros queremos una cultura para el pueblo
A la par de todas estas realizaciones de orden material, estamos también empeñados en promover la reforma cultural y la reforma educacional de la comunidad argentina. Queremos que en el orden de la cultura los grandes valores que esa cultura promueva, trascienda al pueblo. Nosotros no concebimos una comunidad donde haya veinte o treinta sabios muy sabios y muchos millones de ignorantes muy ignorantes; nosotros queremos una cultura para el pueblo, nosotros queremos que esa cultura esté al alcance de todos los hombres de este pueblo para que así cada uno pueda ser el artífice de su propio destino. Hemos de promover esa reforma, y en cuanto a las ciencias, a las artes, y a la cultura en general, cada argentino tendrá también en su mochila el bastón de mariscal prometido.
Yo he de empeñarme en esta reforma con la misma decisión, con la misma perseverancia con que me empeñé en la reforma social en 1944. Y estoy seguro de que, con la ayuda de ustedes, hemos de triunfar. En cuanto a la política interna, ustedes saben tan bien como yo, cuáles son los progresos que en ese orden hemos realizado en la República. Después de diez años de lucha frente a la incomprensión, frente a la mala fe, frente a la lucha despiadada desde todos los rincones de esta tierra, comenzamos a llegar a la época de la persuasión definitiva. Yo nunca me he hecho ilusiones de convencer simultáneamente a todos los argentinos; pero, gracias a Dios, estoy viendo hoy que todas las legiones de los hombres de esta tierra comienzan a marchar en la misma dirección, y esa es para mi la victoria decisiva de mi patriotismo y de mi misión. Como sucede después de todas las luchas, comenzamos, la tarea de apaciguamiento. He dicho, y repito en este venturoso 17 de Octubre, que ningún adversario ni enemigo que quede entre nuestros hombres nos tenderá su mano sin encontrar la mano generosa del peronista para asirse a ella.
Que la lucha sea para la grandeza de la Nación
Nosotros, he repetido muchas veces, somos hombres de paz y de trabajo; sin embargo nos atrae la lucha, pero queremos que esa lucha sea para la grandeza de la Nación y el destino común de los argentinos. Ahí, en esa lucha queremos quemar toda nuestra energía y toda nuestra vida, si es preciso.
Compañeros: el cuadro que en síntesis podría ofrecer en todas las actividades económicas y políticas del orden interno de la República, nos está mostrando una situación que, en plena consolidación, puede ofrecer a los argentinos la seguridad, la tranquilidad y la dignidad con que deben vivir los hombres en una comunidad organizada. Y yo estoy persuadido que en el futuro, esa seguridad, esa tranquilidad y esa dignidad han de ir creciendo a la sombra de nuestra buena fe, de nuestro patriotismo, de nuestro trabajo y de nuestra buena voluntad.
Gesto de Eisenhower que le honra y le enaltece
En el orden internacional doy gracias a Dios, de que haya permitido en este año estrechar nuestras relaciones con todos los pueblos de la tierra. Un pequeño diferendo, más de forma que de fondo, que existía con los EEUU y la República Argentina ha sido total y absolutamente solucionado y en ello haciendo la justicia a que tengo el deber, debo exaltar la ilustre personalidad del General Eisenhower, presidente de los Estados Unidos, quien, con un gesto que le honra y le enaltece, mandó a su propio hermano para zanjar todas las dificultades que pudieran existir con la Argentina.
Yo soy el más feliz de los hombres al haber podido realizar este acto que nos une sin reservas mentales a todos los pueblos hermanos de América.
Compañeros: Las verdades del Justicialismo, como toda nuestra doctrina, pueden confrontarse con nuestras realidades en el orden internacional. Somos lo suficientemente idealistas como para entender que la realidad constituye el supremo ideal. Los pueblos, como los hombres, no han podido aprender la ciencia oculta de vivir soñando; viven de realidades. Y los mejores sueños son los que se cumplen. Por eso, como en el año 1943, yo repito al pueblo: "Mejor que decir es hacer, y mejor que prometer es realizar". Por eso nosotros, con la dignidad nacional, que es la suma de las dignidades individuales que llevamos en el corazón podemos decir que en este 17 de Octubre de nuestras luchas y de nuestras glorias, el Movimiento Peronista, el gobierno peronista y ese maravilloso pueblo peronista, vienen cumpliendo estas verdades de nuestra doctrina política internacional, desde el primer día en que el sol nos encontró madrugando en el gobierno por la felicidad y la grandeza de una Nueva Argentina, Justa, Libre y Soberana.
En este año del calendario peronista, que va desde el 17 de Octubre de 1952 a este nuevo 17 de Octubre, el mundo entero ha sido testigo de nuestra posición internacional clara y definida. No podíamos equivocarnos. Se equivocan los gobiernos que no cumplen la voluntad de sus pueblos. Y no nos equivocamos, porque yo he jurado ante mi propia conciencia no hacer sino lo que mi pueblo quiera.
Consulta al pueblo y entusiasta respuesta
Yo he dicho, por ejemplo, que nosotros trabajamos, primero para la República Argentina, después para el continente americano, y luego para los otros pueblos de la Tierra. Y lo he dicho porque eso es lo que quiere mi pueblo. ¿Si o no? - La muchedumbre contesta: ¡Sí!
Yo he dicho también, que los argentinos no pelearemos jamás fuera de la República Argentina, pero que el que se anime a poner un pie en nuestra tierra, cuando ponga el segundo, encontrará 18 millones de argentinos dispuestos a morir por la defensa total de nuestra Patria. Y yo lo he dicho porque eso, eso es lo que quiere mi pueblo. ¿Si o no? -¡Sí!.
Yo he dicho infinitas veces que estábamos en contra de todo imperialismo. Y ahora me alegro de que el presidente de los Estados Unidos, el general Eisenhower, condene con nosotros toda política internacional imperialista. Eso es lo que quiere el pueblo argentino para todos los pueblos de la tierra ¿Si o no? - ¡Sí!.
Yo he declarado también que no somos enemigos de ningún pueblo de la tierra, puesto que todos merecen nuestro respeto y pueden hacer lo que quieran dentro de sus fronteras. Y lo he dicho porque eso es lo que quiere el pueblo ¿Si o no?. - ¡Sí!.
¿Quiere o no el pueblo argentino que seamos amigos de todos los pueblos de la humanidad? ¿Si o no? - ¡Sí!.
¿Quiere o no quiere el pueblo argentino que ayudemos a que se realice la unión de todos los pueblos americanos? - ¡Sí!.
Por eso fui a Chile, y el pueblo chileno, con el inmenso cariño de su corazón, me hizo pensar que la República Argentina y el pueblo argentino tienen que cumplir con los designios del Gran Capitán, luchando incansablemente por la libertad americana. Por eso, a mi regreso de Chile, proclamé el decálogo de la unión entre los pueblos hermanos y este maravilloso pueblo argentino. ¿Es o no es lo que quiere el pueblo argentino? - ¡Sí!.
El pueblo del Paraguay merece nuestro cariño
Por eso fui también al Paraguay, y allí sentí palpar emocionado el corazón de América, interpretado por un gobierno humilde que sirve a un pueblo cuya humildad impone el respeto que merecen los grandes pueblos.
El pueblo de Paraguay merece nuestra más alta consideración y todo nuestro cariño. No ambiciona más de lo que posee y por eso no ha pedido nada a cambio de nuestra amistad leal y honrada. Por eso yo pido al pueblo argentino que cumpla con los paraguayos un decálogo similar al que nos une con el pueblo chileno por sobre las nieves eternas de los Andes, pese a los egoísmos mezquinos de los hombres mediocres que oponen sus intereses personales a los altos, eternos e irrevocables ideales de los pueblos.
En homenaje al pueblo paraguayo yo deseo reiterar en este día solemne de nuestra historia, el contenido sumario y sustancial de aquel decálogo y lo propongo al pueblo argentino como principio para la unión definitiva entre los paraguayos y los argentinos.
A continuación el Señor Presidente da lectura al Decálogo como "principio para la unión definitiva y eterna entre los pueblos paraguayo y argentino":
1) Cada argentino debe saber que el pueblo paraguayo y el pueblo argentino, conservando la plenitud de sus soberanías nacionales, son real y efectivamente pueblos hermanos y, en consecuencia, todos los argentinos debemos trabajar por la grandeza del Paraguay y por la felicidad de su pueblo, con la misma fe y el mismo amor con que trabajamos por nuestra propia grandeza y por nuestra propia felicidad.
2) Desde hoy los paraguayos serán compatriotas de todos los argentinos. Esta debe ser una consigna de honor nacional.
3) Cada uno de nosotros debe comprometerse a trabajar en su puesto por el acercamiento espiritual y material de los pueblos paraguayos y argentino.
4) El gobierno, el Estado y el pueblo argentino arbitrarán todos los recursos y medios que ayuden al Paraguay a consolidar la Justicia Social, la Independencia económica y la Soberanía política, del mismo modo que luchamos por las nuestras, puesto que ellas son las únicas bases de la unión comprometida.
5) La unión del pueblo paraguayo con el pueblo argentino no excluye futuras adhesiones de ningún pueblo americano sobre las mismas bases. Cada argentino debe saber que ésta es una acción constructiva, que no tiene finalidades ofensivas, que no está dirigida contra nadie y que tiene como único objetivo la grandeza y felicidad de los pueblos que la componen o compongan en el futuro.
6) Las organizaciones sociales, económicas y políticas del pueblo argentino habrán de promover la máxima vinculación posible con sus similares del pueblo paraguayo, a fin de realizar una acción armónica y solidaria para alcanzar los grandes objetivos comunes. El gobierno argentino prestará su más amplio apoyo a estas vinculaciones entre los pueblos hermanos.
7) La legislación general argentina deberá contribuir a facilitar la unión de los pueblos paraguayo y argentino.
8) Los organismos del gobierno y del Estado nacionales, provinciales y territoriales, particularmente en las zonas limítrofes con la hermana República de Paraguay, coordinarán su acción con sus similares paraguayos sobre las bases de real y sincera lealtad.
9) Todo acto contrario a los grandes objetivos comunes e intereses de la unión entre el pueblo del Paraguay y el pueblo argentino será considerado por nosotros como una falta de honor en relación con el compromiso contraído.
10) El pueblo del Paraguay y el pueblo argentino son los depositarios absolutos de esta unión definitiva, que ponemos bajo la protección de Dios, fuente de todo amor y de toda Justicia, de toda libertad, pidiéndole humildemente que no sea jamás violada ni destruida por los malvados e hipócritas intereses egoístas y mezquinos, sino que, por el contrario, sea permanente y eterna como la humildad de nuestros pueblos.
Y ahora deseo transmitir a todos los compañeros de la Patria ese saludo afectuoso de todos los años, invitándolos a que me acompañen a dar estos vivas: ¡Viva la República de Nicaragua! ¡Viva el General Somoza! ¡Viva la República del Paraguay! ¡Viva la Patria!


lunes, 22 de julio de 2019

Se cumplen 199 años de esta proclama del General San Martín a las Provincias Unidas del Río de la Plata




PROCLAMA A LAS PROVINCIAS UNIDAS DEL RIO DE LA PLATA [1] 
Gral. José de San Martín 
22 de Julio de 1820


Compatriotas:
Vaya emprender la grande obra de dar la libertad al Perú. Mas antes de mi partida quiero deciros algunas verdades, que sentida la acabáseis de conocer por experiencia. También os manifestaré las quejas que tengo, no de los hombres imparciales y bien intencionados, cuya opinión me ha consolado siempre, sino de algunos que conocen poco sus propios intereses y los de su país, porque al fin la calumnia, como todos los crímenes, no es sino obra de la ignorancia y del discernimiento pervertido.
Vuestra situación no admite disimulo, diez años de constantes sacrificios, sirven hoy de trofeo a la anarquía; la gloria de haberlos hecho es mi pesar actual, cuando se considera su poco fruto. Habéis trabajado un precipicio con vuestras propias manos, y acostumbrados a su vista, ninguna sensación de horror es capaz de deteneros.
El genio del mal os ha inspirado el delirio de la federación. Esta palabra está llena de muertes y no significa sino ruina y devastación. Yo apelo sobre esto a vuestra propia experiencia y os ruego que escuchéis con franqueza de ánimo la opinión de un General que os ama y que nada espera de vosotros. Yo tengo motivos para conocer vuestra situación, porque en los dos ejércitos que he mandado, me ha sido preciso averiguar el estado político de las provincias que dependían de mí. Pensar en establecer el gobierno federativo en un país casi desierto, lleno de celos y de antipatías locales, escaso de saber y de experiencia en los negocios públicos, desprovisto de rentas para hacer frente a los gastos del Gobierno general, fuera de los que demande la lista civil de cada estado, es un plan cuyos peligros no permiten infatuarse, ni aun con el placer efímero que causan siempre las ilusiones de la novedad.
Compatriotas: Yo os hablo con la franqueza de un soldado. Si dóciles a la experiencia de diez años de conflictos, no dais a vuestros deseos una dirección más prudente, temo que cansados de la anarquía suspiréis al fin por la opresión, y recibáis el yugo del primer aventurero feliz que se presente, quien lejos de fijar vuestros destinos no hará más que prolongar vuestra incertidumbre.
Voy ahora a manifestaros las quejas que tengo, no porque el silencio sea una prueba difícil para mis sentimientos, sino porque yo no debo dejar en perplejidad a los hombres de bien, ni puedo abandonar enteramente a la posteridad el juicio de mi conducta, calumniada por hombres en que la gratitud algún día recobrará sus derechos.
Yo servía en el ejército español en 1811; veinte años de honrados servicios me habían traído alguna consideración, sin embargo de ser americano; supe la revolución de mi país, y al abandonar mi fortuna y mis esperanzas, sólo sentía no tener más que sacrificar el deseo de contribuir a la libertad de mi patria; llegué a Buenos Aires a principios de 1812 y desde entonces me consagré a la causa de América sus enemigos po¬drán decir si mis servicios han sido útiles.
En 1814 me hallaba de gobernador en Mendoza; la pérdida de este país dejaba en peligro la provincia de mi mando, yo la puse luego en estado de defensa, hasta que llegase el tiempo de tomar la ofensiva.
Mis recursos eran escasos y apenas tenía un embrión de ejército, pero conocía la buena voluntad de los cuyanos y emprendí formarlo bajo un plan que hiciese ver hasta que grado puede apurarse la economía para llevar a cabo las grandes empresas.
En 1817 el ejército de los Andes, estaba ya organizado. Abrí la campaña de Chile y el 12 de febrero mis soldados recibieron el premio de su constancia. Yo conocí que desde este momento excitaría celos mi fortuna, y me esforcé aunque sin fruto a colmarlos con la moderación y el desinterés.
Todos saben que después de la batalla de Chacabuco, me hice dueño de cuanto puede dar el entusiasmo a un vencedor; el pueblo chileno quiso acreditarme su generosidad ofreciéndome todo lo que es capaz de lisonjear al hombre, él mismo es testigo del aprecio con que recibí sus ofertas y de la firmeza con que rehusé admitirlas.
Sin embargo de todo esto la calumnia trabajaba contra mí, con una perfecta actividad, pero buscaba las tinieblas, porque no podía existir delante de la luz. Hasta el mes de enero próximo pasado, el general San Martín merecía el concepto público en las provincias que formaban la unión, y sólo después de haber formado la anarquía, ha entrado en el cálculo de mis enemigos el calumniarme sin disfraz y recurrir sobre mi nombre los improperios más exagerados.
Pero yo tengo derecho a preguntarles: ¿Qué misterio de iniquidad ha habido en esperar la época del desorden para denigrar mi opinión? ¿Cómo son conciliables las suposiciones de aquéllos, con la conducta del Gobierno de Chile y la del ejército de los Andes? El primero, de acuerdo con el Senado y voto del pueblo, me ha nombrado Jefe de las fuerzas expedicionarias; y el segundo me eligió por su general en el mes de marzo, cuando trastornada en las Provincias Unidas la autoridad central renuncié al man¬do que había recibido de ellas, para que el ejército acantonado entonces en Rancagua nombrase el Jefe a quien quisiese voluntariamente obedecer.
Si tal ha sido la conducta de los que han observado muy de cerca mis acciones, no es posible explicar la de aquellos que me calumnian de lejos, si no corriendo el velo que oculta sus sentimientos y sus miras. Protesto que me aflige el pensar en ellos, no por lo que toca a mi persona, sino por los males que amenazan a los pueblos que se hallan bajo su influencia.
Compatriotas: Yo os digo con el profundo sentimiento que causa la perspectiva de vuestras desgracias; vosotros me habéis acriminado aun de no haber contribuido a aumentarlas, porque éste habría sido el resultado, si yo hubiese tomado una parte activa en la guerra contra los federalistas; mi ejército era el único que conservaba su moral y me exponía a perderla abriendo una campaña en que el ejemplo de la licencia ahumase mis tropas contra el orden. En tal caso era preciso renunciar a la empresa de libertar al Perú y suponiendo que la de las armas me hubiera sido favorable en la guerra civil, yo habría tenido que llorar la victoria con los mismos vencidos. No, el general San Martín jamás derramará la sangre de sus compatriotas y sólo desenvainará la espada contra los enemigos de la independencia de Sur América. En fin, a nombre de vuestros propios intereses, os ruego que aprendáis a distinguir, los que trabajan por vuestra salud, de los que meditan vuestra ruina; no os expongáis a que los hombres de bien os abandonen al consejo de los ambiciosos; la primera de las almas virtuosas no llega hasta el extremo de sufrir que los malvados sean puestos al nivel con ellas; y desgraciado del pueblo donde se forma impunemente tan escandaloso paralelo.
Provincias del Río de la Plata: el día más célebre de vuestra revolución está próximo a amanecer, vaya dar la última respuesta a mis calumniadores; yo no puedo menos que comprometer mi existencia y mi honor por la causa de mi país; y sea cual fuere mi suerte en la campaña del Perú, probaré que desde que volví a mi patria, su independencia ha sido el único pensamiento que me ha ocupado, y que no he tenido más ambición que la de merecer el odio de los ingratos y el aprecio de los hombres virtuosos.
JOSE DE SAN MARTIN
[1] Esta proclama fue redactada por San Martín en Chile, poco antes de iniciar la expedición al Perú. Meses antes se había negado a concurrir a Buenos Aires con su ejército para sostener al Directorio en su lucha contra los caudillos federales del Litoral. A raíz de ese episodio, renunció a la jefatura del Ejército de los Andes y sus oficiales le volvieron a otorgar el mando.

martes, 11 de junio de 2019

Se cumplen 63 años del crimen del Teniente Primero Músico Jorge Leopoldo Noriega




Jorge Leopoldo Noriega, Teniente 1° músico del Ejército Argentino y Peronista, era fusilado en Campo de Mayo, provincia de Buenos Aires, el 11 de junio de 1956, luego del frustrado intento del 9 de junio que comandado el General Juan José Valle, por recuperar la soberanía nacional y la libertad de expresión del pueblo. Sus restos, desde 1993, descansan en el pueblo natal: Ingeniero Luiggi, provincia de La Pampa.

miércoles, 1 de mayo de 2019

Se cumplen 68 años de este discurso de Evita en el día del Trabajador





Día del Trabajador - Plaza de Mayo
1º de Mayo de 1951
Mis queridos descamisados:
En este día tradicional para los trabajadores argentinos, en este 1º de mayo maravilloso, en que los trabajadores festejan el triunfo del pueblo y de Perón sobre los eternos enemigos y traidores de la Patria, yo quiero hablar con la sola, con la absoluta, con la exclusiva representación de los descamisados.
Yo quiero hablar para Perón, para los trabajadores, para los hombres y mujeres del mundo que quieran compartir con nosotros la gloria de un pueblo que levanta su bandera justa, libre y soberana al tope de todos los mástiles de la patria.
Yo quiero que ustedes me autoricen, que me den la plenipotencia maravillosa y eterna de todos los trabajadores, de todas las mujeres, de todos los humildes, en una palabra, la de todos los descamisados.
Yo quiero que ustedes me autoricen; ustedes que aquí, en esta vieja plaza de nuestras glorias, representan al auténtico pueblo que en 1810, empujando las puertas del Cabildo y gritando "queremos saber de qué se trata", conquistaron su derecho de libertad y de soberanía. Yo quiero que ustedes me autoricen para que diga lo que ustedes sienten; ustedes que, a través de un siglo de oligarquía, de entrega, de explotación, sufrieron la amargura infinita de ver a la patria humillada y sometida por sus propios hijos. No, no eran sus hijos. No, por sus venas no corría sangre de argentinos; por sus venas corría sangre de traidores. Yo quiero que ustedes me autoricen para que diga con pocas palabras, con mi escasa elocuencia, lo que ustedes sienten, lo que ustedes quieren que le diga en este día maravilloso de los trabajadores, al general Perón y al pueblo.
Ustedes, que pueden hablar de frente, con la frente bien alta, a la Patria y a Perón, porque ustedes vieron en Perón la última esperanza de la patria y lo siguieron, como se sigue solamente a una bandera, dispuestos a morir por ella o a triunfar con su victoria; ustedes, que tienen derecho a hablar de frente con la Patria y con Perón, porque ustedes, igual que yo, lo siguieron apretando los dientes de rabia y de coraje cuando la oligarquía sin patria ni bandera quiso dejarnos a nosotros también sin patria ni bandera, robándonos el derecho de seguirlo a Perón hasta la muerte; ustedes que pueden hablar de frente con Perón, porque siempre llevarán en el corazón encendido, el fuego de las antorchas que prendimos con los diarios y las revistas para festejar la victoria del 17 de octubre de 1945; ustedes, solamente ustedes, pueden dar a mis palabras el fuego, la fuerza infinita que yo quiero tener, que yo desearía tener para decirle al líder, para decirle al mundo, para decirle a la patria, cómo lo siguen, cómo lo quieren los trabajadores a Perón.
Yo no tengo elocuencia, pero tengo corazón; un corazón peronista y descamisado, que sufrió desde abajo con el pueblo y que no lo olvidará jamás, por más arriba que suba. Yo no tengo elocuencia, pero no se necesita elocuencia para decirle al general Perón que los Trabajadores, la Confederación General del Trabajo, las mujeres, los ancianos, los humildes y los niños de la patria no lo olvidarán jamás, porque nos hizo felices, porque nos hizo dignos, porque nos hizo buenos, porque nos hizo querernos los unos a los otros, porque nos hizo levantar la cabeza para mirar al cielo, porque nos quitó de la sangre el odio, la amargura y nos infundió el ardor de la esperanza, del amor y de la vida.
La Confederación General del Trabajo y los trabajadores por mi intermedio, no necesitamos elocuencia para decirle a Perón que no lo olvidaremos jamás, porque nos hizo dignos y justos, porque nos hizo libres y soberanos y porque cuando nuestra bandera se pasea por los caminos de la humanidad, los hombres del mundo se acuerdan de la patria como de una novia perdida que se ha vestido de blanco y celeste para enseñarle el camino de la felicidad.
Compañeras y compañeros: esta mañana, cuando el general Perón terminó su mensaje de la victoria, dijo que ese triunfo era de la Patria y del pueblo; que era nuestro, solamente nuestro. Y pensé lo que habrán pensado ustedes; que si no fuera por Perón, estaríamos como en los viejos primeros de mayo de la oligarquía, llorando a nuestros muertos en lugar de festejar la victoria.
Estamos de acuerdo, mi general, en que el triunfo es de la Patria y de los trabajadores; estamos de acuerdo en que los trabajadores, los humildes, siempre estuvimos de pie y abrazamos las causas justas, y por eso abrazamos la causa de Perón. Pero, ¿qué hubiera sido de la Patria y de los trabajadores sin Perón? Por eso damos gracias a Dios de que nos haya otorgado el privilegio de tenerlo a Perón, de conocerlo a Perón, de comprenderlo, de quererlo y seguirlo a Perón.
Yo, la más humilde colaboradora del general Perón, pero también como una de las más fervorosas amigas de los humildes y de los trabajadores, felicito a los humildes, a los descamisados, a los trabajadores, y por ello, muy fervorosamente a la Confederación General del Trabajo, por esta fe, por esta lealtad inquebrantable a Perón. Y si a mí me dieran a elegir entre todas las cosas de la tierra, yo elegiría entre todas ellas la gracia infinita de morir por la causa de Perón, que es morir por ustedes. Porque yo también como los compañeros trabajadores, soy capaz de morir y terminar mi existencia en el último momento de mi vida con nuestro grito de guerra, con nuestro grito de salvación: ¡la vida por Perón!